Chile y Francia: 140 años de relación y amistad bilateral
Por Paul Miquel, Presidente de la Cámara de Comercio e Industria Francesa en Chile
El 14 de julio se celebra el Día Nacional de Francia, una oportunidad para reflexionar sobre la historia de la relación entre Chile y Francia, que es significativa y abarca los más diversos ámbitos diplomáticos, culturales y económicos. La influencia de la Revolución Francesa en los libertadores de América, el más de medio millón de chilenos de ascendencia francesa producto de la inmigración durante el siglo XIX o la diáspora chilena en Francia, una de las mayores en Europa, son solo algunos ejemplos de esta historia compartida.
En el ámbito económico y empresarial, esta relación es profunda y se ha ido fortaleciendo a través del tiempo. Ambos países son miembros de la OCDE y las relaciones comerciales se rigen por el Acuerdo de Asociación Económica entre Chile y la Unión Europea. Pero más allá de eso, comparten un profundo compromiso con el medio ambiente y la transición energética, siendo actores importantes y ejerciendo su liderazgo para impulsar un crecimiento global con respeto al medio ambiente y al desarrollo social.
La transición energética es una muestra de cómo nuestros países son complementarios y juntos pueden jugar un rol de liderazgo. Las condiciones naturales están dando a Chile un rol estratégico. Sus reservas de cobre y litio son indispensables para la producción de los cables necesarios para la electrificación o para gigafábricas de baterías. Sus vientos patagónicos o el sol en el desierto de Atacama facilitan la generación de energía a costos competitivos, lo que permitirá convertirla en hidrógeno verde y producir combustibles sintéticos y amoníaco verde a gran escala. Esto será una solución de descarbonización para el transporte, abarcando los sectores de automóviles, marítimo y aéreo.
Las empresas francesas, por otro lado, tienen una presencia significativa en el sector de energía y son de los mayores compradores de cobre chileno en Europa, contribuyendo con sus inversiones a la descarbonización tanto de la producción de cobre y litio como de la matriz eléctrica chilena y desarrollando proyectos de derivados de hidrógeno verde que serán claves.
Más allá del desafío empresarial, la estructura estatal también enfrenta una situación nueva que requiere una respuesta y adaptación para que los proyectos puedan avanzar y aprovechar las ventanas de oportunidades. Tanto las empresas como el gobierno francés pueden contribuir en todas sus dimensiones, con tecnología, capacitación técnica experiencia en planificación territorial, es decir, apoyo en la creación de todo el ecosistema necesario para un desarrollo equilibrado y sustentable de sectores nuevos.
Pero esta relación entre los países no se limita a un solo sector, como muestran las cifras crecientes de exportaciones chilenas a Francia y las inversiones de las empresas francesas, que han aumentado sostenidamente, convirtiéndose en el segundo inversionista europeo en Chile con presencia en los sectores de agroindustria, restauración, transporte, energía, infraestructura, ciudad sostenible, comunicaciones, seguridad, entre otros.
Las relaciones comerciales entre Chile y Francia han demostrado ser mutuamente beneficiosas a lo largo de los años. Hemos observado un incremento significativo en las exportaciones y una notable presencia de inversiones francesas en Chile. Este fortalecimiento económico ha sido clave para ambos países. Mirando hacia el futuro, la transición energética se presenta como un desafío compartido y una oportunidad crucial. Estoy convencido de que este será un eje central en nuestras relaciones económicas y empresariales, impulsando un crecimiento sostenible y una colaboración aún más estrecha.